jueves, 25 de marzo de 2010

recuerdos



Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amas
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.

Julio Cortázar.




Unas gafas enormes para ver
lo gastado y lo desapercibido
una mota de polvo y un latido
una viga en los ojos del ayer.

Tanto tocado, y apenas puedes ser
unos dedos que tocan tu gemido.
Espantarse los dedos de un soplido
Aire por aire y al aire renacer.

No se puede vivir sin una frente
donde cargar las llagas de la vida
donde secar las gotas una a una

Hay poros que parecen una fuente
Redimen por el agua la caída
y dejan sus lamentos a la luna

jueves, 18 de marzo de 2010

soy lo que soy



... y se que te gusta, jeje

viernes, 12 de marzo de 2010

marta y miguel II



miguel

Miguel la quiere, Dios si la quiere ¡.
Posiblemente sea la única mujer del mundo a la que se atrevería a querer, ella es el único escalón que hizo que su coraza saltara por los aires después de una amistad duradera y sincera.
Le costó admitir que él estaba hecho para alguien, pues lo más fácil era responder tan solo de uno mismo. La verdad es que las experiencias tampoco le habían ayudado mucho, por lo que se fue creando un caparazón hermético y confortable desde donde se encontró a si mismo.
Allí, enrocado en él, levantó una barrera contra el sufrimiento que supuso que era amar, y fue feliz. Feliz y verdadero.
Miguel es un hombre integro, cabal, culto, formado y respetuoso. Con inquietudes y una visión de la vida amplia y coherente. Su lema es empezar por el uno y así sucesivamente sobre todo para tratar de evitar sobresaltos y emociones que puedan dañarlo.
No lo ha pasado bien y la vida le ha obligado a reconstruirse en varias ocasiones.
Marta es su mujer, la quiere y la respeta, con ese sentido del amor que el mismo se permite y se impone, que huye de los volcanes tórridos, pero no está capacitado para hacer de ella su prioridad como Marta le grita, le suplica, le exige.
Cauteloso, medido, la ama de una forma serena y apacible.
Considera que no debe ser de otra forma y que hacer una excepción no seria lo justo y lo conveniente, ya que existen otras parcelas de la vida cuyos lazos le atan de forma inexorable.
Siempre fue cariñoso, considerado, incluso esplendido con ella y con todo lo que la rodea. Es más, considera los futuros juntos como lo más natural, lo que espera y lo que desea.
Conoce la visión distinta sobre su relación por parte de Marta pero piensa que ella se equivoca, que no tiene capacidad para disfrutar de su estado, así, sin más, ignorando que ella, pese a estar tonta, quiere estarlo.
Miguel teme exponerse, quedar al aire, dejar abiertas las ventanas que un buen día alguien cerró, dejando hechos añicos los cristales. La regeneración que el reclama, la catarsis por la que tanto lucha, nunca fue completada.
De Miguel cuelgan flecos deshilachados que él, con mucha paciencia, va hilando día a día, a solas y en silencio, como un tejedor de alfombras en el Cairo, artesano del alma
muñidor de los sueños en un rincón oscuro.
A veces se descuelga, solitario, por el laberinto insondable de sus recuerdos, parcheando los días como puede y borrando y bebiéndose las lágrimas, negándose el consuelo que ellas significan. Siempre mira el llanto de Marta con un puntito de admiración y envidia, ya que el las destierra al fondo de su yo.
Miguel es la mesura autoimpuesta y callada. Marta es la erupción.
Se quieren, cada uno a su paso, andantes de la vida con la mochililla al hombro.
No les impide andar, pero dan tropezones y a veces se les cae, dejando al descubierto
el contenido de sueños y fracasos.
Supongo que seguirán andando.
Como debe ser, la vida es un camino que recorrer.
Ellos decidieron recorrerlo juntos.
Que así sea.

jueves, 11 de marzo de 2010

marta y miguel



marta

Marta está triste.
Puede que solo sea un descorazonamiento pasajero, pero hoy se siente absolutamente desamparada.
Quiere a Miguel, está segura de ello. Lo quiere desde hace mucho tiempo, lo quiso en el silencio y lo ha querido en el grito, lo quiso como se quiere el agua de la fuente cuando ya no sientes los labios, cuando la sed aprieta. Es por eso, por quererlo, por lo que la desazón es más aguda, y por lo que a ratos la sola idea de ese amor la oprime, la asfixia hasta no poder más.
Marta tiene todo un crisol de sentimientos encontrados aun estando segura de que Miguel la quiere, de que él, a su manera quiere vivir con ella, quiere su amor ceñudo, alborotado, intenso como los chaparrones alpinos, copiosos y violentos. Pero Marta se siente a veces olvidada, traicionada y herida.
Entonces, poco a poco el rugido cetrino de la culpa se eleva anegándolo todo, y se siente egoísta por no comprender, avariciosa por querer abarcar y desagradecida.
Marta no tuvo buena vida, incluso tiene recuerdos que aun la hacen palidecer, estancias que tapió para no ver la puerta, y así, sin llaves colgando que la empujen, poder cerrar los ojos y mirar adelante.
Incluso tuvo un clavo ardiendo que al final no quemaba, que dejaba sus pies tan fríos como antes, pues ella misma sabia que el braserillo acogedor que mitiga el invierno estaba en otra parte. Una mesa camilla cubierta de polvos y de brumas lo tapaba, pero ella, cabezona y constante, perenne, concienzuda, desesperantemente lo esperó.
Ella no ve las razones expuestas, solo desea a estas alturas de la vida un colchoncillo cálido, mullido y socorrido para dormir las penas, una piel que se encrespe, unos labios ardientes que la quemen la carne, un alma que se entregue.
Miguel es otra cosa, su querer es un río que fluye dulcemente, que ni siquiera pide y por tanto da lo que considera necesario, desde una sensatez, desde una claridad que a ella mortifica.
Marta sospecha a veces, cuando casi tiene que extraer sus palabras una a una, cuando se sienta por las tardes a esperar su llegada, que él podría permanecer sin ella, que en su vida su sitio apenas es primordial.
Entonces se encrespa como ola del norte, no se siente querida, quizá se equivocaba cuando pensó en él como el tú de su vida. Incapaz de entender, se sume en sus recuerdos que le hacen tanto daño y se revuelca en ellos, hiriéndose, gastándose, culpándose sin más.
No quiere mendigar el beso y el abrazo, espera responder a la caricia, al gesto, deseándola tan fuerte que siente hasta dolor. Él, apaciblemente, se va desenvolviendo la vida como puede, y atiende como entiende cada cuestión a ritmo, quizá sin comprender que ese ritmo, ese baile, Marta no sabe bailarlo y siempre le hace daño.
Pero aprendió a asumir, a lamerse las heridas en un rincón callado y a sentarse a esperar.
Luego de tanto en tanto, se va acercando a él como si nada hubiera pasado, vuelve a su cuerpo dulce sacando la ternura, pero pide pasión.
Marta hoy está triste.
Solo será un descorazonamiento pasajero.
Mañana le preguntaré como se encuentra.

lunes, 8 de marzo de 2010

espejo



Mira el espejo
Estas afuera
estas adentro

Estas adentro
Donde los sueños
Vuelan inciertos.

Estas afuera
Sobre mis dedos
Es primavera.

Mira la luz
En el espejo
Tan solo tú.

Suena tu voz
En el reflejo
Me asomo yo.

Quiero a las dos
Dentro la nube
Fuera el calor

susurros



Ahora, bien entrada la noche, cuando parece el mundo detenido y la rueda que gira en mi cabeza no se para ni forzada por el cuarto y mitad que me he tomado, puedo darme la vuelta y observarte.
Sube y baja tu pecho, acompasado, y lo miro “llépol”, como siempre. La planicie suave de tu vientre, se amuralla detrás de tu pijama, en un intento inútil de hurtarme lo que me sé de memoria, centímetro a centímetro.
El mohín gracioso de tu boca, el soplidito dulce y el misterio que se oculta detrás de tu visillo están a mi disposición este momento. Y yo valoro en el lo que me vale, y escapa una sonrisa fugitiva, que te acaricia suave y luego sube.
Te susurro al oído, despacito, todo lo que debiera de decirte cara a cara. Ahora es el momento, cuando tus ojos vigilantes no me miran, cuando tu risa inquieta se reposa, y tu oído se mece entre tus sueños.
Ahora puedo decirte, puedo soltar los diques de mi alma y dejar escapar todos mis miedos, con la seguridad de no dañarte. Esa liberación, esa locura de saber que no oyes, me hace fuerte, desinhibe mi lengua y mi memoria.
Recostado a tu lado, poco a poco dejo caer el miedo de perderte, la sed de tu ternura, tu deseo y hasta el fondo del alma te pretendo.
Te pido más que el cuerpo, más que el estar. Te pido más que el firme propósito de ser.
Te pido toda entera, carne y espíritu, las ansias, las ganas, la idea y la caricia.
Te pido para mí hasta el instinto, los sueños, la energía, la tentación, la risa y la tristeza.
Solo cuando te abrazo te remueves y me coges la mano. O dándote la vuelta acomodas tu cuerpo junto al mío y ocupas el hueco de mi pecho que siempre tienes reservado.
Solo queda besarte, dulcemente, casi siempre en la frente.
Así, abrazados, por fin me llega el sueño de este día.
Buenas noches amor, y no respondes. Pero yo ya me siento contestado.

miércoles, 3 de marzo de 2010

nada queda de ti



“Triste es el territorio de la ausencia.
Sus horas son engaño
desfiguran
ruidos olores y contornos
y en sus fronteras deben entenderse
las cosas al revés.”

José Agustín Goytisolo.



Nada queda de ti.
Una hoja doblada
te recuerda en tu libro.
La mano, abandonada,
te sospecha en la nada
oscura sobre mí.
Y siento como si
allí,
sobre la almohada,
faltara tu mirada.

Nada queda de ti
De ti, y es una ausencia
vencedora y cortante.
Una nada distante.
Ausencia de presencia
en este instante
aquí.

torno de alfarero



“El hombre es polvo, solo es cuestión de moldearlo como al barro.”
Del Blog EL ALFARERO.

Tengo los pies tan llenos de trocitos
del jarroncito que me regalaste.
Se me cayó una tarde de mis manos
y hoy solo piso trozos miserables.

Torpemente, hiriéndome los dedos
pretendo recogerlos sin mirarte
Pobre necio, si el barro solo es polvo
que maneja y empuja, terco, el aire.

Polvo de hombre, y polvo de esperanza
Sobre el barro interior no manda nadie.
Barro que moldearon nuestras bocas
jarroncito danzante en el alambre.

Alma de terracota sobre el torno
donde gira la pieza que soñaste.
Arcilla barbotina que se entrega
inopinadamente maleable.

Solo quedan los restos que mi escoba
recogió de la nada del desaire
De los restos juntados, de ese barro
inventaré un jarrón que se levante.

Suena el pedal del torno viejo y triste
amasando en sus giros el desastre.
Como mi amor no es polvo, de esa obra
saldrá otro jarroncito que entregarte.
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