Desembridadas ansias de beber la tibieza
Los cerrados salones de las almas, las ganas
Y cuelgan las preguntas, igual que telarañas
Quien tiene las respuestas?
Ofréceme lo blanco, o negro dame.
Dame un dolor de amor o dame luna.
Haz girar otra vuelta del tiovivo,
Desatasca la lengua que me lame
con todas las salivas o ninguna.
Desde el hueco caliente de la cuna
tengo una sed de letras y oraciones
y tengo este vacío.
No consigo llenarme de lo mío,
despoblados mis años de estaciones.
Es el tiempo un desierto
sobre el que me despeño tan incierto.
Voy carente de tinta, sin acentos.
Hoy siembro las metáforas de olvido
y en esta sementera me despojo.
En la cima del aire ya no hay vientos
El pozo donde abrevo se ha dormido
cerrando un solo ojo.
Palideció de golpe todo el rojo
La paleta pintó de gris su llama
En gris del desayuno hasta la cama
sin dicha y sin enojo.
Una planicie huera
Quien hizo sin peldaños la escalera?
Se ha muerto el diccionario, se ha cegado
la gramática parda de mi boca,
callaron las palabras, oxidadas.
Llueve sobre mojado y más mojado
con una sequedad que se coloca
sobre mis huertas yertas y olvidadas.
Y que voy a escribir? Busco la tinta
en un tintero triste y ya reseco.
Busco llenar la nada de este hueco
Soy un pintor callado que no pinta
con un lienzo plagado de blancura.
Hoy doy a la palabra sepultura.
Hay paridades disparejas porque pretenden igualar lo inigualable. Y allí se van corriendo las merinas mezcladas con las churras en un tiempo de lanas híbridas.
Y no se escuchan los balidos en el corral de ovejas mudas donde el pastor se sienta, equidistante y lanza su silbido que es edicto.
Hay lealtades ileales porque arrastran con ellas a sus fieles, sin distinción, ni marca ni consuelo. Pesan como una losa a quien las lleva colgaditas del cuello cual esquila, colgadas en el alma y en la vida.
Hay sensibilidades insensibles por conjugar la vida en solo dos personas verbales, y así es como debe ser, fonética mellada y sueños rotos. A mi me siento con nosotros y donde esta la silla, triste y rota de lo poco que queda para el tu.
Hay columnas inmensas en la nada, porque nada sujetan. Y bailan todo el tiempo en pos de una quimera futurible y solitaria, soportando cual Atlas multiplicado varios universos imaginarios y dolientes.
Hay unos sentimientos encogidos, lastrados en la cerca de uno mismo. Pero si alguna vez, siquiera en lo más nimio, se expande su universo o un atisbo de caos los amenaza, muere la paridad en lo sensible.
Y el corazón leal, doliente y bien nacido dispondrá cada cosa en su sitio, en el orden natural que es el que siente y solo quedará decir amén preñados de impotencia.
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