Me balanceo el la primera imagen,
en los primeros ojos.
Y así te veo.
Con la inicial pupila,
con la luz primigenia.
Mucho antes del flequillo con corte de tazón
de los años ajenos al dolor o a la carga.
Llenos de los dorados rayos
de una mañana de mayo sobre el campo.
Cuando ni tan siquiera hubiera sospechado que existen
corazas de cristal para la vista
que se pueden colgar de las orejas.
O fijar, asustadas, en el interior de las personas.
Con mis primeros ojos, así te miro.
Con la vista llena de inocencia,
con el depósito de colores aun repleto
y el crédito completo de ternura.
Inmensos como estanques,
despavoridos y grandes como lunas llenas,
ávidos de saber, centelleantes de escudriñar
en los distintos significados de las cosas,
sorprendidos, abiertos, inmaculados, puros.
Lavados de las legañas que me trajo el olvido,
ese que ya ha pasado y el sueño de una vida
que casi no recuerda las miradas tranquilas.
Fijamente te miro.
Con los ojos de un niño.
en los primeros ojos.
Y así te veo.
Con la inicial pupila,
con la luz primigenia.
Mucho antes del flequillo con corte de tazón
de los años ajenos al dolor o a la carga.
Llenos de los dorados rayos
de una mañana de mayo sobre el campo.
Cuando ni tan siquiera hubiera sospechado que existen
corazas de cristal para la vista
que se pueden colgar de las orejas.
O fijar, asustadas, en el interior de las personas.
Con mis primeros ojos, así te miro.
Con la vista llena de inocencia,
con el depósito de colores aun repleto
y el crédito completo de ternura.
Inmensos como estanques,
despavoridos y grandes como lunas llenas,
ávidos de saber, centelleantes de escudriñar
en los distintos significados de las cosas,
sorprendidos, abiertos, inmaculados, puros.
Lavados de las legañas que me trajo el olvido,
ese que ya ha pasado y el sueño de una vida
que casi no recuerda las miradas tranquilas.
Fijamente te miro.
Con los ojos de un niño.