lunes, 2 de febrero de 2009

el caballo de cartón

Aun puedo sentir tus manecitas en mi hombro, desde el asombro y la desfachatez que da la infancia, desde esa rebeldía precoz y testaruda que tenia su base en una cabecita poblada de mechones contestatarios y remolinos indescifrables. Atronando mi oído, montado en mi caballo de cartón, Sabina y tu, menuda mezcla.
Más aun, siempre que te miro vuelvo a ver en tus ojos esa pasión cegadora, acto de fe, eucaristía en mi, que me da tanto miedo, ese querer voraz que se adivina más allá del afecto filial y que conozco tan bien por haberlo vivido de cerca. Es una mezcla de amor, admiración, respeto, fe, confianza y celo a partes iguales del que me siento tan orgulloso y tan tremendamente asustado.
Puedo decirte que ahora, que se nubló la luna tantas veces y tantas veces amanece, que se acabaron los paraguas de tantos chaparrones y no se nos ha encogido el alma ni un poquito, que por más que las sienes encanezcan y los vientos te arrastren a tu estrella, no quedara ni un huequecito vacío de mi viejo corazón.
A veces recordamos los dos, feliz intento, las horas de vigilia en esos campos, el frío, las lagrimas, los sueños, los charcos en el barro, y tus brazos al viento, los ojos que se buscan, mi puño que se cierra para que tu lo veas y añadirte esa fuerza que la naturaleza te negó. Y luego en un suspiro, cuando menos lo espero te inventas una finta, un quiebro suavecito, y ya no necesitas de esa fuerza, por que ya no la tengo, ha desaparecido hinchándose en el aire como todo mi orgullo cuando siento que corres hacia mi y me miras diciendo: “ese es tuyo, papa, ves como si podemos”.
Puedes tener seguro, puedes jurar al cielo que has dado tantas veces un sentido a mi vida, que has hecho que me sienta útil cuando era nada, lleno estando vacío, completo, poderoso, al sentir la energía que mana de tu ojos, que ahora que parece que se acerca la meta me siento fatigado y gozoso.
Y se que lo harás, lo conseguirás por que nunca nadie deseo algo tanto como tú, y nunca lo dudamos ni un momento. Entonces se que regresarás un día y me dirás papa, ven, voy a darte un paseo en mi caballo de cartón.

1 comentario:

Andaya dijo...

Mi calambres va creciendo y sus caballos de cartón se materializan.
Así da gusto hacerse vieja.
Dale un beso de mi parte.

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