miércoles, 13 de enero de 2010

Fumando espero



Hace ya tiempo que no toso y conozco casi todas la marcas de caramelillos de menta. Son los que más me gustan, los otros, los de tofee o los de café puro y duro los odio.
Ella me los compraba sin azúcar, ya ves tú, como si eso hiciera algo, si al final la cuestión era tener la boca ocupada en algo.
Debo reconocer que me costó un infierno y parte del otro de los que yo conozco y se que hay miles, deshabituarme, dejarlo, ceder, claudicar, entregarme a los sabores limpios, a los olores fuertes y duros. Con lo a salvo que me encontraba yo detrás de esa cortina agria y espesa de la nicotina, con el olor a humo de la ropa y de mi casa situada en la calle del cenicero número trece.
Mentiría si dijera que aun hoy no hecho de menos la primera calada para el primer café, lo reconfortante del pitillo entre los dedos mientras en la mente baila cualquier idea, lo tranquilizador del humo mezclado con el problema irresoluble de pura simplicidad.
Treinta años, treinta, de tabaco y nostalgia, de dientes oscurecidos, de sabor a boquillas, y todos, todos, tirados por el sumidero de la salud. La sanidad nos puede, estropea lo mejor de nosotros, lo que degustamos con más deleite, y nos quedamos huérfanos de nuestra placidez.
Que quieres que te diga, a mí lo de la salud como que no me importa mucho la verdad. Ya cuando tuve el susto de la bomba esta que me late, cuando vi la otra acera casi desde el bordillo no sentí ni frío ni calor, solo fue decidir y pudo más la muerte que la vida.
Por que a mi me gusta, por que yo lo disfruto y siempre me queda la relación de unos actos, y no los enumero, con fumarse un pitillo. No sé si me relaja, no sé si me hipnotiza, si es físico o del alma, pero fumar me gusta, me gustaba….., pero hace tanto tiempo.
Hace tanto que cada día me acuerdo de la huida, del frío, de las noches insomnes, de su agria testarudez, de mi graciosa rabia, de las risas de Raúl, del apoyo al enfermo con su sorna, del contarnos los días que han pasado, del recuento de euros que no gastas, y sabes que te digo? Si no fuera por el proyecto en común, por lo que piense, por lo que sienta yo, por lo que crea ella y por lo que me importa, no hubiéramos llegado hasta aquí.
Tan solo fue un recurso, una treta, un engaño hacia delante y aprovechando que el Pisuerga pasa…, ya puestos, nos pusimos y aquí estamos.
Ahora estoy solo, en esta habitación del Cairo, mirando hacia las piedras milenarias que tanto sacrificio nos han costado y solo estos dioses, entre rocas, son conscientes de lo que vamos a disfrutarlas. Esto es la consecuencia y el resultado del sentido común, el menos común de los sentidos.
Fumando espero, asomado a esta ventana a nuestro sueño, la espero mientras sube. Ha bajado a comprarnos tabaco…

4 comentarios:

Andaya dijo...

Dame una calada de ese sueño de siglos amarillos y cenizas sin boquilla.
Cómo cuesta, tanto como vale.
Ni un cigarro más, ni una experiencia menos, y vete trayendo el cerdo que ya somos morosos.

Andaya dijo...

No es decepcionante la decepción que decepciona (y el decepcionador que la decepcione, buen embaucador será), sólo mi escalón en tu escala.
Escalera de caracol que gira para no verse el ombligo, pero ya sabes, cada cual a lo suyo, que está en su derecho.

uno dijo...

Es desilusionante la desilusión de ver como te desilusiona la desilusión. Y decepcionante decepcionar por una supuesta y futurible decepción.Sin piernas no se suben escalones, mucho menos escaleras, y sin tripas no conozco ombligos, derechos o torcidos, embaucadores o embaucados.

Andaya dijo...

MandeeEEeeeEEee?

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