jueves, 22 de julio de 2010

espinas en el espejo



Así yo lo traiciono,
porque mis propios ojos
no pueden reprocharse, frente a frente,
lo inútil de seguir con ese juego,
como el adivinar los contrafuertes
que sostienen mi forma obsesionada.
Sin embargo,
mi intimidad tendrá el doble reflejo
de lo superficial y lo profundo,
de lo comprometido y lo distante,
a expensas del espejo;
PELAYO FUEYO.

Son las tres. Otra vez la pesadilla en verde y negro me saca de la cama.
No sé. Supongo que Boscá tendrá algo que decir de esto, pero desde la última visita ya es la cuarta vez. Las gominolas de colores me parecen menos efectivas que un abrazo, que una mirada atenta y sincera, pero eso nadie lo prescribe si no lo ve, mucho menos si los árboles no dejan ver el bosque.
Supongo que también tendremos que subir al diván esta sensación de perdida, la judicatura de los embudos, este egoísmo engominado y avaricioso que parece que me envenena, pero que yo no veo.
Pero sobre todo necesito que él me explique porque me siento andando sobre el cristal de un espejo con los bolsillos llenos de plomo, a tientas, con un cuidado cuidadoso, y no aparece mi reflejo, solo imágenes de otras vidas al otro lado.
Si lo que yo busco y necesito en el espejo lleno de espinas es mi propia imagen, es mi propia vida.








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