viernes, 6 de marzo de 2009

recuerdos



Me senté esta tarde en el parque. A solas, mi silencio y yo. Me descubrí mirando la nada, las gotas imposibles de agua del surtidor seco, las rosas de los los rosales ajados, mirando atrás sin ira.
Paseo los jardines morenos del Generalife de nuevo, con su corona blanca sobre encima, resonaron los ecos apagados de rincón donde soñaba Lindaaraja, y el rumor de los chorros de oro que escupen los leones en la fuente. De un soplido apagué la vela de la torre roja, con Granada a sus pies y agoté de un mismo trago los aljibes profundos y sombríos donde bebí una vez mis esperanzas. Se oscureció el pórtico marmóreo y blanco del palacio real, y sus columnas inclinaron de pronto su hermosura.
Mirando atrás sin ira, con una nueva ruta en las alforjas no amargan los recuerdos, se agradecen.
Piso otra vez la arena de la playa donde el palo subasta su pescado en un trajín sonoro y espontáneo, y las casas blancas del Rincón, y el profundo azul del mar en calma. Gibralfaro y su muralla mira abajo desde los dientes de sierra que lo colman, y el parador al fondo de los pinos, con miradores azules y violetas.
Panorámica de veinte años esta tarde, cuando despierta el eco de un nuevo camino, la mochila repleta de recuerdos que duelen o se ciegan a retazos.
Las palmeras del Nilo se cimbrean, el viento las escora hacia poniente, las mismas que se mecen en la sala del gran Karnak, oh rey de reyes. Una góndola cansina, solitaria navega el gran canal por donde paso y el Dux y su palacio me contemplan y pifian los corceles de San Marcos en su dosel de oro y agua dulce.
Recuperan prestancia pétrea y elegancia las columnas ciclópeas de Fidias que hicieron del Partenón espejo y cuna del más alto esplendor que se recuerda, abarrotada el ágora de sueños, procesiones de Cariátides y vino, Atenas y su Acrópolis me miran.
Voy soplando cenizas en Pompeya, y apagando los fuegos del Vesúbio, esta tarde me giro hacia el pasado y despido lo que pudo ser y no fue, pero fue y así mismo lo recojo.
La brisa empuja los molinos de cartón- piedra que los turistas visitan en Mikonos, y el pelícano ríe y despereza su plumaje, espera de mi mano una caricia y un trozo de pescado.
Sonrío de repente mientras miro las falucas en el río, hinchadas de calima y desplegadas como sábanas sus velas, impolutas, enormes, entregadas, y los núbios cantando sus canciones, Elefantina, piedra y agua, agua y piedra, escalofrío
Y no temo sentir un velo húmedo en mis ojos, nos es de pena, es alegría, alegría de vivir y haber vivido, de dar gracias a Dios por lo encontrado, y también por que no, de lo perdido.
Mirando atrás sin ira, me senté esta tarde aquí en el parque, hice añicos los billetes ya gastados, los resguardos de vida que tenia que alguna vez usé quedaron rotos,
Tengo reservas nuevas para un viaje, y me sopla el sombrero nueva brisa, mis pómulos enrojecen nuevamente y otra luz ilumina mis pupilas.

1 comentario:

Andaya dijo...

Así sea.Ojalá y que sea cierto, que los lastres bloquean y entorpecen el paso, menguan las fuerzas y opacan las ganas.
Buen viaje hacia el resto de tu vida.

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