domingo, 26 de julio de 2009

labios que sacan de quicio



El amor se vive cada día, se conquista, castillos en las nubes, en cada segundo de lucha por un sueño que corre más que tú.
Y en el se vive lo inmediato, lo primario, con una sed de mañana y el depósito de las ilusiones lleno y marcando la reserva de defensas. Ah, del amor al que se le marcan pautas y límites.
Su condena perdurará en un vagar eternamente dulce y amargo, regaliz y retama.
El amor es el recuerdo, el dolor del tiempo asomado a las ventanas del alma cuando estas se empañan de ausencia.
Cuando se difumina el color entre los dedos y la sombra de los limoneros se alarga por encima de los tejados de la piel.
Esa piel que se extiende como una terminal de los sentidos, con poros como cráteres, abiertos a la duda y a la vida, bacanal de sudor y deseo.
Pero también es nadar por no llorar, los tragos largos y agónicos de lascivia buscando islas donde naufragar para vivir, vivir para naufragar en unos labios, en una boca que te dé la grandeza de temblar de pasión con solo sospechar el beso.
Labios que sacan de quicio, que suspenden todos los pecados y sus penitencias, lo creado y las derivaciones astrales del paraíso y su castigo.
Eva tuvo labios, principio y creación de todo, el quicio de la vida.
Trémulos, ahogados en gozo, pozos de estertores y simas de luna.
Labios, rosas, espinas del calvario donde subir y mojarse, empaparse de la virtud de querer y soñar.
Sueños húmedos de poluciones, afirmación absoluta y real de ser, arrojar el amor más certero, el imaginario.
Imaginar el amor, buscar esos labios, pues aunque parezca lo contrario todas las bocas no tienen labios y no hay quicio en todas las puertas.
Revisado de unomismo63 Sábado, 5 Julio 2008

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