lunes, 12 de octubre de 2009

Interiores



Me parece mentira que en esta tierra de espacios abiertos, de ocres y marrones, donde las nubes vuelan bajo y casi se pueden tocar con los dedos, donde la vista no es capaz de abarcar todo aquello que es digno de verse, aquí donde las estrellas se tiran en picado y el aire se hace paz, aquí, justo aquí, es donde mejor se ven los interiores.
Y vos, oh dama, conquistáis el castillo en que el tiempo y la soledad convirtió mi vida, sin arietes ni ejércitos, sin sitios ni estrategias.
Solo necesitáis la pureza de un silencio mirando hacia ese otro azul que observan vuestros ojos en los míos, o la mano suave y delicada que ciñe mi cintura, como sin darse cuenta.
Y me siento tan firme, tan alto y poderoso que os arrojo las llaves de esta fortaleza para que toméis posesión de ella, como lo habéis hecho con mi vida.
Abiertos interiores, de par en par, y el mundo a vuestros pies, y yo con él.

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