
Se van. Se van en dos horas. Reconozco que han conseguido por momentos hacer de mi vida una carcel, pero tambien sé que los barrotes eran de cariño, mal entendido, pero cariño. Y los echaré de menos, sobre todo a mi ángel moreno, tan callada, tan ella pariendome a cada instante. Se llevan la maleta llena de mis cosas, del deber cumplido y alguna que otra decepción dolorosa. Siempre estaran allí cuando los necesite, lo sé. No es poco.
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