martes, 13 de octubre de 2009

Rincones



“Y de nuevo, Cuenca, a rodar en tu silencio. Y a rondarlo... En verdad, ¿sé yo
hacer otra cosa? ¿Hice algo más en mi vida que acercar oído y corazón a tus
rocas, a tus árboles, a tus minas, a tu tierra, a tus resignadas gentes veradas
en su aguante, y sorprender eso que vengo llamando “abejares íntimos”,
rumor de aguas hondas, voz pensada, rumiada verdad? Y yo, rodado
canto tuyo, metido en ti, paladeado por ti, convertido casi sin saberlo en tu
lengua. (La lengua, guijarro limpio, montado por el fino asperón de las palabras).
A seguir oscura, fielmente, dando líricos tumbos, yéndome de la mano
que quiera asirme –como los escurridizos cantos rodados verdaderos– madurando
a mi manera para Cuenca –mi Río-Cuenca–, sorprendiéndola y sorprendiéndome...
Y hasta que Dios quiera”. Federico Muelas.


Rueda de juventud
sobre la oscura fuerza de la roca.
Hacia los cielos altos se coloca
la paz y la virtud.

La antigua plenitud
Cuenca y tu llenándome la boca
Sabor a piedra y alma, boca loca
por las callejas llenas de quietud

Esta melancolía
de los chopos del río
y de la piedra fría!

Vertical es el frío.
Colgada la poesía
en el rincón tan mío.

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