lunes, 8 de febrero de 2010

don de lenguas



Morí en el alfabeto de tu cuerpo,
siempre lleno de signos intangibles.
Puedo leer tus manos, tus cabellos
el roce de tus senos imposibles
tan azúcar, tan sal vertida en la llanura
incontestable de tu vientre.
Don de lenguas, rendija en la que escapo
hacia esa luz vibrante, cegadora,
interpreto pupilas que se mueven
de lo claro a lo negro,
abanicos terciados y ofrecidos
despliegues que se esconden,
rincones que se ofrecen
a mi lectura lenta y apacible.

Una tinta invisible, una sintaxis,
toda una ortografía que no era,
lo no dicho me cubre y se derrama
dentro de tus silencios y yo entiendo.
Amarilla la fuerza de esta llama
sobre el negro doliente de mis sueños,
sed de saberte y ver, filosofía
plasmada en cada gesto
palabra emparedada y solo nuestra,
murmuración callada, presentida
lectura entre los huesos
atrapada.

Es la letra pequeña de tu alma
aquello que me llena, lo que leo
detrás de lo que escribes cada día.
Vuelco en un pliego en blanco mi deseo
de saber lo que quieres, hago mía
la tormenta que agita tanta calma.

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