lunes, 3 de mayo de 2010

la llave



“…-El tablero de la luz tiene varias llaves
pero una gobierna el resto:
se llama la llave maestra.
Del mismo modo el tablero de mi luz
tiene una sola llave que gobierna las otras
la llave que está en sus manos.
Apagaría todas las luces si quisiera
pero yo cierro los ojos para no ver
la oscuridad que podría ser luz
para no herirlo…-“

Silvina Ocampo.

Como suenan tus pasos cuando llegas,
escucho las pisadas que despliegas.
por el pasillo a oscuras y el rellano.
La alfombra de la entrada despereza
la lluvia de tristeza
que dejó tu salida en la mañana.
Y se asoma la lamparita azul de la ventana,
esperando incendiarse de tu mano.
En la monótona travesía de mi día,
silencioso y opaco mi trasiego
del tiempo de la luz hacia la umbría,
y de vuelta a la luz, siempre tan ciego.
Se escuchan tus pisadas un instante.
Vuelvo a hojear los libros del estante,
musito una canción mientras se cierran
taciturnas las puertas tras tu paso.
Se mueve un vientecillo
que agita las cortinas y el visillo,
y la colcha que cubre nuestra cama
abandonada por un tiempo, te reclama,
desde la habitación donde se encierran
en la hora más alegre del ocaso.
La cerradura dilata su ranura,
estirada hacia ti, ansiosa y viva,
se despereza con la galanura
que los objetos toman de tu planta activa
en espera del tacto de tu mano,
o del hielo caliente de la llave.
Por un momento callo, ya cercano
el vaivén de tu pecho suave
y que antes perecía tan lejano
Permanezco más quieto, pensativo.
Meditabundo, inerte, pero vivo
donde la vida la esperanza agrieta.
¡Ay que sería el día sin la inquieta
esperanza de oír tus pasos a mi puerta!
¡Sin tus blancas pisadas está muerta!
Nada sin el sonido de cerrojos
que saltan cuando te abres a mis ojos.
Ya no suenan los ecos de tus ecos,
ya no espero en silencio, ya no callo,
donde hallaba penumbra ya no hallo
la sombra del vacío, ya no hay huecos,
acabó la canción de ausencia que silbaba.
Aspiro tu regreso,
olorosa llegada que esperaba
como el patio de un preso,
por las estancias vacías que atraviesas,
y en tus viejos zapatos,
se escriben tus relatos
ya mudos de promesas.
En tus zapatos, junto a la ventana
descansará mi fe para mañana.

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