jueves, 19 de agosto de 2010


Se me queda flotando, desairado
tras la vidriosa espera, tras el ansia,
y mansamente siento que fallece.
Los lirios de los ojos arrasados,
los dedos impregnados de fragancia
de un velo de cristal que se estremece.
Erizado el trastorno que enloquece
mientras pasa la nube.
Se me derrama, sube,
aumentando la certeza del abrazo.
Más queda roto el lazo,
defraudada la luz, roto el encanto,
cerrando la esperanza de un portazo
mudando tu promesa en seco llanto.

Hacia que purgatorio me conduces;
En que estatua de sal me has trasformado,
desnortado, confuso, y aterido.
En que macabras horas me seduces
y te alejas de mi, fuego apagado
que dejas cabizbajo y ofrecido.
Abandonas el nido
con un gesto fugaz, casi liviana
mordida la manzana,
volátil, escarchada, vaporosa…
Como muere una rosa
en la mañana gélida de invierno
mi pasión languidece, se reposa
condenada a los fuegos de tu infierno

¿Que ceguera demente me conmueve?
¿Que promesa de acíbar de locura
que deja boquiabierto mi sentido?
La planta de tu huella pasa leve,
el roce de tu pelo me tortura
dejando atrás el beso prometido.
Trastornado y herido
abandonado, inerme, insatisfecho,
despojado de todo mi derecho,
doliente, suplicante y frío
me asomo al desvarío
que tu desdén en mi provoca.
El rojo de tus labios es el río
que se niega a inundarme la boca.


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