domingo, 12 de abril de 2009



Hace ya unos días que no la frecuento, puede ser por que mi cabeza está en otras singladuras más mundanas, y no creas, echo en falta sus cabellos morenos.
Normalmente a la tarde, cuando se muere el día, en el rincón mas claro de mi salón oscuro donde vive callada desde hace algunos años, la visito a diario. En mi silloncito de mimbre dejo caer mi pesaroso cuerpo cansado de los ruidos, gastado del recuerdo, y le hablo a escondidas.
Gala creo que se llama y alguien me dijo o tal vez lo soñé que es familiar lejano o cercano quizá de un loco de Gerona llamado Salvador.
Buenas tardes, la llamo y espero su respuesta en vano, la imagino mirando hacia la lejanía, mas allá de la playa con Cadaqués al fondo y las casitas blancas repletas de las redes de pescadores viejos y jóvenes muchachas.
Cuanto me gustaría saber de sus silencios, ver de frente sus ojos, poder mirar su cara, pero no me responde. Permanece callada, la mirada perdida en el azul hiriente de su mar solitario.
Imagino su pecho rebosante de anhelos, con tormentas de fondo y marejadas dormidas prestas a despertar en un batir intenso de olas contra sus costas.
Y miro sus sandalias, y su espalda inclinada sobre el marco pequeño de su pequeño mundo. Dejo correr la vista por su vestido blanco bajándola despacio, mirando su cabello de moreno azabache, al descuido del viento sobre la redondez de sus hombros, y me sorprendo soñando debajo de su blusa terciopelos morenos y suaves montañas.
Me levanto deprisa, cada vez que me siento como un ladrón robando su intimidad doliente, y la llamo despacio, y ella no me contesta.
Gala creo que se llama. Muchacha en la ventana. Me prometo a mí mismo, cada tarde en las sombras que en el próximo día me acercaré a ella, me posaré en sus dedos, le miraré los ojos, y hablaremos de todo.
Quiero beber su risa que soñé tantas veces, quiero vivir sus ansias de juventud primaria y conocer a fondo sus más profundos miedos, que conozca los míos, escuchar sus palabras.
Pero no me responde, nunca giró la cara. Hago un último intento, y la vuelvo a llamar, y permanece quieta asomada a su ventana azul.
Todas las tardes, desde hace algún tiempo, me despido de ella de la misma manera, con la esperanza que mañana será el día, mañana sí, mañana podremos encontrarnos y reír y llorar. Mañana volveré, ¿estarás?

3 comentarios:

gloria dijo...

Qué belleza...
Este texto está tan lleno de sentimientos que aún tengo ese pálpito que identificamos con una emoción inexplicable.
Ella seguro estará en su ventana, llena de sueños y anhelos, esperando que vayas a admirarla. Yo te aseguro que estaré asomada expectante a tu ventana de palabras en este pliego de mar.

Un beso.

Andaya dijo...

Luís, es de lo mejor que has escrito, o que yo te he leído. Sabes que no soy muy de alagos, pero esto... esto es precioso, conmueve.
Y no se si darle la vuelta a tu muchacha de la ventana, porque tal vez pierda su encanto; así que tú decides si quieres o no clicar sobre el link. Se llamaba Ana María, y fue la hermana de Dalí. Modeló para él en una decena de retratos cuando era adolescente. En esta imagen- http://static.diary.ru/userdir/4/6/9/9/469916/33152735.png -debía tener más o menos esa edad.

ISABEL MIRALLES dijo...

Hola Luis, felicidades por este texto tan magnífico que has escrito.

Adoro todos los cuadros de Salvador Dalí, pero precisamente este: "Mujer en la ventana", es uno de mis preferidos. Es una mujer que esta atenta sólo a lo que pasa fuera, ignorando lo que tiene a su espalda o en sus espaldas... Se deja seducir por
por el mar, por la luz, por los sueños.

Un abrazo. Isabel

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