viernes, 5 de junio de 2009

no dejes que anochezca sobre mi

Ya sé que en ocasiones te pido que me esperes sentada en la otra orilla
que dejes que se pase la tormenta que abolla mi coraza de dudas, esa tétrica nube que me aventa las venas de tanto en tanto.
En un acto de fe que ni siquiera entiendes
No dejes que anochezca sobre mí.
Pon sobre mí tus labios como paraguas rojos, cubre mi oscuro ceño con tu manto de luces, amanécete en mi, sobre mí tu mirada.
Tu cenit luminoso de caricias y besos disipara las nubes, escampara la niebla que me empapa los huesos si el tacto boreal de tus manos me toca,
si el secante papel que es tu cuerpo ante el mío absorbe en un abrazo mis hondas humedades.
Enciéndeme la vida, tu, lámpara caliente, vivificante, pura
Pararrayos del viento que me azota en la noche, ancla donde amarrarse cuando las olas crecen.
Ven a mí, dame el día, claridad cegadora.
Pon la seguridad de tu rotundo cielo en mi universo negro
y los miedos del alma, temerosos fantasmas que me agitan el pecho, cederán a tu paso.
Levántate y no esperes que amaine mi tormenta, no me dejes tan solo para pasar mi noche.
Hazte luz ante mí, y toma posesión de cuanto me entristece
pon tu alba de amor sobre mi helada noche, y hallaras la profunda pasión que en mi levantas.

unomismo63 Domingo, 12 Agosto 2007

1 comentario:

baobab ( el idiota) dijo...

Suerte con ello compañero,
aunque no creo que la necesites,
me da que ya te ilumina bastante
esa luz.

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